El regreso del venado

Se escuchaban tambores y flautas a los lejos, en las montañas. Yajanua absorbió el zumo del tabaco y de pronto sintió que su cuerpo se estremecía y ante sus ojos se abría una puerta, era la del infinito donde moran los dioses del viento.  Vio a los espíritus de los abuelos que organizaban una danza para celebrar la llegada del venado. Hacía muchas lunas que ellos desparecieron y ahora, como el susurro del viento, estaban ahí, felices, comiendo la hierba fresca que tanto extrañaron.

¡Oh! Venados, espíritus de mis abuelos por fin han regresado, quédense para siempre, no se vayan, necesitamos su fuerza para seguir manteniéndonos vivos, decía ella, a la vez que abría sus ojos al mundo irreal.


Japa wáketma

Yajá, naintnium, Tampur pinkiuijai antunaimiayi. Yajanuaka tsankun mushutak, neachma iniashrinkia purushnintia nekapra, iimiamunam waiti uranea iismiayi, juka ii Arutmari pujamuri.  Ii apachri wakani, japa tamun, namperan iwiarainiak pujá iisú. Japaka yaunchu menkakaru, tura nase aintsank waras nupá yuiniak pujuinia timiai.

 

¡Japa! ¡Winia apachur wakaniya! ¡taurme! ¡Juaktarum!, werap, atumi kakarmari wakeraji iiwiaku pujustasar, tiniu Yajanuaka juka shintiaki weak!

 


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